Desde tiempos remotos, las velas nos han servido como instrumento de suma efectividad para diversas prácticas y utilidades cotidianas. Antes de la aparición de la luz eléctrica, contábamos con sólo estas pequeñas varillas de cera, o bien de grasas animales o hasta aceites de esperma de ballena, para iluminar nuestras noches y otorgarnos protección de los peligros que acechaban en la oscuridad.
Y aunque nos protegían de la oscuridad tangible de la noche, también su fuego tenía un carácter simbólico que se representaba en los diferentes rituales que desde aquellos tiempos existen. Luego de la fabricación del bombillo, la vela se convirtió casi enteramente en un artefacto místico, otorgando su llama para la elaboración de diversos rituales.
Las velas están presentes en múltiples religiones, y muy comúnmente representan ofrendas de pureza y luz, así como también de remembranza y celebraciones. Para el judaísmo, la menorah es un candelabro cuyas llamas celebran el “Festival de las Luces”, que es el Hanukkah, así como en el Kwanzaa sirven para representar las luchas de los afroamericanos y las de sus antepasados, así como sus esperanzas para el futuro.
En el cristianismo, de igual manera las velas tienen un rol sumamente importante, ya que representan la luz de Dios, y más específicamente de Cristo. Están presentes constantemente en los altares de cada misa, ya que son la guía del desamparado para que encuentre su camino de vuelta.
De esta manera las velas se encuentran envueltas en auras de misticismo que las hacen ideales para acompañar numerosos rituales en los que como seres humanos ponemos nuestra fe en una causa. En la actualidad, muchas personas hacen uso de velas junto a otros elementos para pedir una guía a aquellas imágenes sobre las que profesan una fe. Los elementos que acompañan a las velas suelen ser estimulantes de los sentidos, que permitan mover energías en nosotros que predispongan nuestra vida a un cambio, así como también a proyectarnos en un futuro en donde nos podamos observar a nosotros mismos obteniendo aquello deseado.
En el ámbito del trabajo y el desarrollo profesional, por ejemplo, existen múltiples rituales posibles que se pueden realizar, de acuerdo a lo que desee conseguir esa persona. Si se desea conseguir un ascenso, descubrir una vocación, desarrollar cualidades positivas para el trabajo, resolver inconvenientes con compañeros de labor e incluso para conseguir ese trabajo ideal, por nombrar algunos ejemplos. Si se desea adquirir dinero o salud, resolver conflictos familiares, desarrollarse y crecer de manera espiritual o defenderse de un mal.
Sin embargo, los más populares siguen siendo los rituales para conseguir el amor. Desde recibir atención del otro hasta encender un fuego anteriormente extinto, existe un ritual para cualquier cosa en el amor. Muchas personas creen fervientemente en estos rituales en el día a día para reconquistar un amor perdido, olvidar alguno imposible, fomentar el crecimiento de uno nuevo o hasta retener alguno y llevarlo a un nuevo nivel, como el matrimonio. En estos rituales es muy usual emplear velas con diferentes fragancias, acompañado de esencias aromáticas, aceites, inciensos, así como también pétalos de flores, especialmente rosas, junto a fotos del ser amado o de la pareja en un momento especial.
Los colores de las velas también son importantes, y se deben escoger de acuerdo a lo que se desea conseguir. Las velas verdes, por ejemplo, están asociadas con los rituales de la salud y fertilidad, las amarillas con el dinero y el trabajo, las púrpuras o moradas con los proyectos a futuro y los negocios, las rojas son especiales para el amor, y finalmente las blancas están presentes cuando se desea representar la limpieza y la depuración de las malas energías, así como la paz y la felicidad.
Las posibilidades son infinitas, pero indudablemente todo ritual en el que usted avoque toda su energía a lograr un fin determinado será fructífero, siempre y cuando exista la fe.